Cuando la rutina se desarma
Las vacaciones suelen estar asociadas a la libertad, el disfrute y el descanso. Para muchas infancias, este tiempo libre representa una pausa esperada en la rutina escolar, una oportunidad para jugar más, dormir hasta más tarde o salir de viaje. Sin embargo, el quiebre de la rutina puede implicar incertidumbre, ansiedad o desregulación emocional.
Esto se vuelve especialmente visible en infancias neurodivergentes, como aquellas con diagnósticos de Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH), Trastorno del Espectro Autista (TEA), dificultades emocionales o necesidades educativas específicas. En estos casos, el cambio de ritmo y la falta de estructura pueden generar malestar y conductas desafiantes, no por capricho, sino porque su sistema nervioso necesita previsibilidad, estabilidad y apoyos concretos para funcionar con mayor seguridad.
Desde la psicopedagogía y la mirada del acompañamiento integral, es posible construir entornos que cuiden y contengan, también en vacaciones. A continuación, compartimos una serie de estrategias prácticas y accesibles para acompañar a niñxs que se benefician de estructuras claras, anticipación y contención emocional, sin perder de vista el disfrute y la flexibilidad.
1. La estructura como contención emocional
Tener cierta organización en el día a día no significa replicar una agenda escolar estricta, sino ofrecer puntos de anclaje que den previsibilidad. Horarios relativamente estables para levantarse, comer, descansar, jugar o salir pueden convertirse en aliados para la regulación emocional.
Esa organización permite que el cerebro sepa qué esperar, disminuyendo la ansiedad y aumentando el sentido de control. Incluso para actividades lúdicas, anticipar lo que viene y sostener algunas rutinas básicas (como cepillarse los dientes después del desayuno o tener un momento de juego tranquilo antes de dormir) aporta seguridad y bienestar.
2. Transiciones suaves entre escuela y vacaciones
Los cambios bruscos suelen ser difíciles de procesar. Por eso, preparar el pasaje de la rutina escolar al tiempo libre puede marcar una gran diferencia. Algunas ideas útiles incluyen:
- Ajustar los horarios de sueño de forma progresiva.
- Avisar con anticipación cuándo comienzan las vacaciones, qué días no habrá escuela o qué actividades están planificadas.
- Mantener algunos elementos familiares, como leer un cuento al anochecer, armar el calendario mensual juntos o conservar un espacio de lectura o tareas breves.
Estas pequeñas continuidades permiten que el cambio no se viva como una pérdida, sino como una transformación paulatina.
3. Apoyos visuales y anticipación
Los apoyos visuales son herramientas muy valiosas para niñxs que necesitan estructura. Pueden incluir:
- Calendarios mensuales con dibujos, colores o pictogramas que representen las actividades planificadas (vacaciones, visitas, paseos, cumpleaños, etc.).
- Secuencias visuales o agendas del día, que indiquen de forma clara y concreta qué va a pasar (por ejemplo: desayuno, parque, almuerzo, descanso, juego libre).
- Frascos de propuestas: una caja o frasco con ideas de juegos, actividades o salidas que se pueden elegir al momento, dando lugar a la elección dentro de un marco.
Estos recursos aumentan la comprensión, reducen la ansiedad y promueven la autonomía.
4. Espacios para el movimiento y la calma
El cuerpo y las emociones están profundamente conectados. Por eso, ofrecer espacios donde descargar energía y otros donde calmarse es esencial:
- Un rincón de calma puede incluir almohadones, luces tenues, cuentos, mantas, peluches, botellas sensoriales o música suave.
- Armar circuitos de movimiento en casa o en el jardín, con consignas simples para saltar, trepar, arrastrarse o balancearse.
- Hacer salidas a espacios verdes, donde caminar, correr o simplemente observar el entorno natural con atención favorece la regulación sensorial y emocional.
La clave está en ofrecer variedad y permitir que cada niñe elija lo que necesita en cada momento.
5. Mindfulness para niñxs
La atención plena no es solo para personas adultas. Existen muchas formas de practicar mindfulness adaptado a la infancia:
- Respirar como un globo: inflar el abdomen al inhalar, contar hasta tres, y soltar el aire lentamente.
- Realizar un paseo sensorial, prestando atención a los sonidos, colores, texturas y olores que nos rodean.
- Escuchar una meditación guiada con visualizaciones, como imaginar un bosque tranquilo, flotar sobre nubes o nadar con peces de colores.
Estas prácticas favorecen la autorregulación, el autoconocimiento y la conexión con el presente.
6. Juegos estructurados y expresión emocional
El juego no tiene por qué ser caótico. Muchas infancias se benefician de juegos con reglas claras y pasos definidos. Algunas propuestas incluyen:
- Juegos de mesa sencillos, cooperativos o competitivos, con consignas explícitas.
- Cajas de herramientas emocionales: tarjetas con dibujos de emociones, cuentos que hablen de cambios o mandalas para pintar según el estado de ánimo.
- Espacios libres para dibujar, bailar, tocar instrumentos o moverse, como forma de expresar lo que sienten sin necesidad de palabras.
El juego puede ser una vía privilegiada para nombrar, comprender y canalizar las emociones.
7. Apoyo del entorno y comunicación entre adultxs
Cuando más de una persona está a cargo de un niñe (madres, padres, abuelxs, cuidadorxs, docentes de apoyo), es importante compartir información clara y actualizada. Un recurso simple y efectivo es el cuaderno viajero, donde se registran las rutinas, las emociones observadas, los recursos que funcionaron y los desafíos del día.
Esta coordinación permite sostener una línea común de acompañamiento y evitar cambios bruscos que puedan generar inseguridad.
8. Manejo de crisis y estrategias de contención
Las crisis emocionales no siempre se pueden evitar, pero sí acompañar. Algunas claves para esos momentos:
- Validar lo que sienten, sin minimizar: “Entiendo que estés molesto porque cambió el plan”.
- Ofrecer opciones dentro de un marco seguro: “Podés elegir entre pintar o escuchar música”.
- Contar con objetos de seguridad a mano, como una manta suave, un peluche, una botella de la calma o un libro favorito.
Es importante que el entorno transmita calma y confianza, incluso cuando hay desborde emocional.
9. Celebrar los avances, por pequeños que sean
Cada logro, por más mínimo que parezca, merece ser reconocido. Aplaudir el esfuerzo, la autorregulación o la expresión emocional favorece la autoestima y motiva a seguir. Algunas formas de celebrar pueden ser:
- Crear un mural de logros, con dibujos o palabras.
- Escribir juntos una bitácora de vacaciones, donde registren avances y momentos valiosos.
- Simplemente compartir un momento especial, un juego elegido por el niñe o un paseo como recompensa emocional.
Celebrar sin exigir, sin comparar y sin castigos, es una forma de educar desde el amor y el respeto.
10. Vacaciones que también enseñan a cuidarse
Las vacaciones no son solo un tiempo de desconexión. También pueden ser una oportunidad para construir aprendizajes vitales: cómo autorregularse, cómo pedir ayuda, cómo elegir, cómo descansar, cómo disfrutar del presente.
Cuando se acompaña con presencia, escucha activa y recursos accesibles, el tiempo libre puede transformarse en un espacio de crecimiento genuino. Desde la psicopedagogía, invitamos a repensar el concepto de “vacaciones” no como ausencia de aprendizaje, sino como un territorio distinto, donde cuidar, jugar, sostener y enseñar pueden ir de la mano.
Porque regularse también se aprende. Y hacerlo en vacaciones, con amor y acompañamiento, puede ser una experiencia tan poderosa como inolvidable.